miércoles, 13 de octubre de 2010

2 DE NOVIEMBRE DIA DE MUERTOS Categoria: Opinión




Al principio del mes de noviembre el día 2 celebramos el día de muertos, lo cual se representa mediante altares de muertos como tratando tristemente o alegremente de recordar la fiesta de los muertos a la manera mexicana.
Este día lo festejamos con visitas al panteón a limpiarlas tumbas de los difuntos y rezarle por sus almas. Vivimos en una cultura que no sabe qué hacer ante la certeza de la muerte, incluso le tenemos miedo pero, pensar en la muerte es necesario, de lo contrario no le daremos sentido ni a nuestra muerte ni a la de nuestros seres queridos, es algo que lo tenemos inevitable y es lo único que tenemos seguro de que pasará
Heidegger, filósofo alemán del Siglo XX, es muy claro, dice que de lo único que tenemos certeza es de la inminencia de la muerte. Un filósofo orgullosamente mexicano Mauricio Beuchot, quien dice que si antes se hacía del sexo un mito se hablaba mucho de la muerte, y ahora (sigue diciendo Beuchot) que se ha hecho de la muerte un mito se da lugar para hablar mucho de sexo y tratar de evadir el pensar en torno a la muerte, esto quiere decir que vivimos en una cultura que nos distrae de pensar en la muerte, en tanto que nos refugiamos en el placer.
En la filosofía posmoderna se habla sobre el ego del sujeto, del ensimismamiento como dice Ortega y Gasset se hace ver que el ser humano de la modernidad llegó a idolatrarse, a creerse tanto que se compraba con Dios, pensaba tanto en el mismo que no tenia tiempo de pensar en el fin de la vida pensaba en el vivir para siempre, pero ¿para qué? Para que vivir tanto.
Olvidarse de la muerte es olvidarse, en gran medida, de la condición humana; es olvidarse de que el ser humano tiene límites, los cuales ha de tomar en sus manos de una manera prudente, para ir sobre ellos sin agredirlos, y sin negar que los pueda traspasar. Que traspase sus límites a la vez que los respeta. Por ejemplo, no se respetan tales límites toda vez que uno se siente libre para disponer de la vida del otro.
El ser humano puede ir más allá de sus límites, haciendo uso del recurso de la metáfora, y del arte; y en esto juega un papel importante la religión, en tanto que para hablar de lo divino y lo que está más allá de nosotros.
Por esto último es que en estas fiestas en torno a la muerte se hace presente lo religioso, tal vez de manera dispersa o débil y no tan fuerte como antes; es una presencia fragmentada porque la religión se hace presente, incluso, en medio del buen humor y de la ironía que está detrás de las tradicionales “calaveritas” y otras expresiones exóticas.
Nadie ha regresado a decirnos qué es la muerte, pero hay una manera de acercarnos a ella, a través del dolor cuando se pierde un ser querido; el sufrimiento por el ser querido que ha muerto es una manera, una analogía, por la que se puede, tal vez no tanto saber, sino más bien participar imperfectamente de la muerte. También la enfermedad es una participación del final de la humanidad, o mejor es decir que la enfermedad es signo de los límites de la condición humana.
La memoria, que funciona simbólicamente es la que permite el recuerdo: nos queda el ser querido en la memoria o el recuerdo, y sería algo así como un sacrificio el dejar en el olvido al ser querido, y se dice que recordar es volver a vivir; la familia por el recuerdo del ser querido es que se reúne en determinados momentos, en este sentido el ser querido sigue juntando a la familia.
Esta tradición nos enseña a ver el lado positivo de la muerte, en las escuelas nos enseñan el entorno de la muerte, una educación demasiado positivista hacia la muerte en términos puramente biológicos y desde esa perspectiva la muerte no tiene sentido.
Es, entonces, una responsabilidad moral el preocuparse por la muerte; se pueden aprovechar los días que únicamente la recuerdan, entonces habría que ir un poco más allá de las decoraciones y las exposiciones de los altares de muertos, éstas juegan un papel importante porque nos pueden ayudar a preparar el ambiente como para darle un poco de más atención al sentido de la muerte, sentido que ha de reforzar el de la vida misma, para que sea auténticamente más feliz el hombre en tanto que el ser humano, pensador de la muerte, no deja de poner los pies en la tierra.